Liderazgo para el empoderamiento comunitario

Por Alba Zambrano Constanzo

Introducción

El presente trabajo corresponde a una reflexión en torno al rol que pueden y deben ejercer los agentes intermedios de desarrollo en el campo comunitario, en acciones de superación de la pobreza. Este análisis se focaliza en el posible liderazgo que pueden llegar a desempeñar estos agentes en esos espacios, desde un enfoque basado en las fortalezas de las personas, los recursos interactivos que ellas poseen o pueden desarrollar, tras el gran objetivo de transferir poder a las personas (empoderarlas), para que asuman un rol protagónico en las propias tareas como parte de un colectivo que comparte desafíos comunes.

Aquí se asume la pobreza como un fenómeno complejo, un sistema de relaciones sociales, culturales y económicas con un componente estructural a dos bandos: uno objetivo- material, ligado a la carencia de oportunidades y condiciones básicas de vida y otro subjetivo-relacional que determina una particular forma de interpretar la realidad y de relacionarse como mecanismos de adaptación a circunstancias adversas.

La pobreza es un obstáculo central para el desarrollo de las personas en la medida que transgrede sus derechos más básicos impidiendo el desarrollo pleno de potencialidades. Sin duda los programas de erradicación de la pobreza, deben contemplar la movilización de recursos en estos dos ámbitos, necesariamente interconectados en una estrategia participativa y pertinente que ofrezca oportunidades y mecanismos para que las personas puedan acceder a mejores condiciones de vida.

Planteamos que una labor emancipadora desde las agencias de desarrollo implica tener una presencia activa y respetuosa en la comunidad con lideres capaces de empoderar a los grupos con los cuales trabajan, conectando, mediando, negociando, modelando formas de interacción con otros sistemas sociales a los que habitualmente las personas no tienen acceso.

En el desarrollo de la presentación abordaremos los conceptos de capital social, empoderamiento (empowerment) y liderazgo, concluyendo en algunas condiciones que deben ser resueltas para que los agentes del desarrollo desempeñen un liderazgo empoderador capaz de activar o fortalecer el capital social de los grupos con los cuales trabajan.

Capital Social: Recurso para superar la pobreza

Frente a los históricos magros resultados en diversas iniciativas relacionadas con la superación de la pobreza, la mirada de las agencias de desarrollo se ha volcado progresivamente a variables no estrictamente económicas: a la consideración de los mecanismos de la reproducción de la pobreza, el rol de las capacidades de las propias personas, el valor del capital social y la interacción sinérgica del estado y la sociedad civil particularmente en el espacio local.
De este modo, en el ámbito de las agencias dedicadas a los temas del desarrollo, se ha producido un desplazamiento desde concepciones fundamentalmente economicistas a otras de carácter más integral que incluyen y valoran la presencia de recursos o activos intangibles.

Así el capital social se ha convertido en las dos últimas décadas en un paradigma emergente en pleno debate y construcción. Así, múltiples organismos han focalizado sus esfuerzos para ejecutar acciones, investigar y reflexionar acerca de este recurso. Si bien es un concepto que produce polémica, el debate desatado en torno a él tiene el valor de conectar varios campos conceptuales asociados a estrategias de superación de la pobreza, tanto en el ámbito de diagnósticos de sus causas como en las alternativas de políticas actualmente en implementación (Durston, 2001)

Los primeros trabajos que conceptualizaron el Capital Social, se pueden atribuir a Bourdieu y Coleman en la década de los ochenta. Según Lin (2001), para Bourdieu el Capital Social sería un disfraz del capital económico, definida como una forma de capital en manos de una red social o un grupo, y que puede dotar a los miembros de este grupo con créditos, pudiendo ser mantenido o reforzado a medida que los miembros invierten constantemente en las relaciones de esa red. Siguiendo al mismo autor, para Coleman el Capital social consiste en dos elementos, por un lado ser un aspecto de la estructura social y por otro lado, disminuir la incertidumbre de las acciones individuales dentro de la estructura social, convirtiéndose de esta manera en un recurso, real o potencial, producto de las relaciones y no de los individuos ni de las actividades.

Desde esta perspectiva, y aún cuando ambos autores presentan importantes diferencias en su visión del concepto, podríamos decir que coinciden en relevarlo en el contexto de las redes sociales, como recurso accesible a través de los lazos sociales.

Otro autor relevante en el debate conceptual es Putnam (1993), quien plantea que el capital social es los "aspectos de las organizaciones sociales tales como las redes, las normas y la confianza, que facilitan la acción para beneficio mutuo". El monto del capital social, sería responsable del mayor o menor desarrollo alcanzado por un sector puesto que éste hace posible que sea más probable el trabajo en conjunto.

En términos genéricos, y dejando de lado el análisis de aportaciones de otros autores, se puede sostener que el Capital Social se ha desarrollado en dos líneas: una de tipo más individual, que vincula el capital social a las personas y las oportunidades que las redes que ellas poseen les ofrecen; y otra que posiciona el concepto a nivel comunitario o social en donde relaciones de confianza y colaboración son capaces de producir efectos sinérgicos sobre otros capitales y recursos.

Para Durston (2000), ambos niveles son complementarios, pudiendo reunirse en un nivel agregado, ya sea indagando en sus implicancias o buscando un referente teórico que permita conectar hechos sociales particulares con estructuras sociales.

En un ámbito más concreto, el capital social definido como "normas, instituciones y organizaciones que promueven la confianza y la cooperación entre las personas, en las comunidades y en la sociedad en su conjunto" (Durston 1995:5), permitiría la existencia de contextos propicio para establecer relaciones que permiten el desarrollo de las personas y su cultura.

Podemos destacar a continuación algunas ideas importantes en torno al Capital Social:

Capital Social es un potencial que reside en los recursos socioculturales de un grupo.

Se actualiza como Capital en cuanto ciertas oportunidades permiten producción de beneficios.

Los efectos beneficiosos del Capital Social pueden ser estimulados en gran medida por circunstancias y condiciones externas a los mismos grupos que la poseen.

Particularmente, si pensamos en personas y comunidades que por su condición social se encuentran débil o escasamente conectado a redes sociales que les podrían permitir una plena integración social, es relevante conocer qué tipo de relaciones establecen con su entorno próximo y lejano, el significado que atribuyen a los vínculos sociales con sus pares y otros actores sociales, particularmente en el espacio local.

Esta dimensión es de suma relevancia cuando visualizamos a este grupo como actores protagónicos en la superación o mejora de sus condiciones de vida.

Es conocido el efecto paradojal que ha traído el progreso social y material de la sociedad moderna globalizada. Aunque el progreso ha creado por un lado, las condiciones tecnológicas y económicas para una vida mejor, ha destruido por otro, las tramas sociales y relacionales básicas creando escenarios psicosociales que degradan notablemente el bienestar de las personas.

Para quienes viven en condiciones de desventaja social el pool de ofertas para el consumo producen una inflación de expectativas las más de las veces frustradas, Sánchez (1999) alude en esta perspectiva a una creciente dificultad del sujeto para integrar y dar sentido al voluminoso e inescapable bombardeo sensorial y simbólico. Este marco que no es vivido exclusivamente por las personas pobres, se ve muchas veces complejizado, en parte de este grupo, por actitudes de alineación, fatalismo y falta de sensación de control sobre las circunstancias vitales.

Estos son sin duda, mecanismos de adaptación que permiten manejar los sentimientos de impotencia y desesperación que suelen acompañar la vida en condiciones de pobreza.

Esto sin duda exige la promoción social de un sentido crítico que estimule nuevos valores y modelos de identificación más comunitarias y cooperativas.

Las relaciones con los otros en una atmósfera de confianza, el deseo y la creencia que los esfuerzos asociativos pueden traducirse en mejores resultados acompañadas de reales oportunidades de conectarse a espacios de toma de decisiones que puedan traducirse en logros concretos, devuelvan el poder psicológico, material y político tan imprescindible para asumir un rol activo en el logro de propósitos comunes. Se trata de enriquecer las expectativas de lo pobres como un mecanismo básico para fortalecer la confianza en que el cambio social es posible , reduciendo la sensación de desesperanza y riesgo.

La realidad de los distintos países, nos indica que la mayor parte de los programas orientados desde los organismos del estado han tendido a actuar de un modo focalizado en ciertos sectores en condiciones de pobreza haciendo por ellos y entregándole a ellos lo que se supone que les falta (habitualmente recursos materiales) , diseñando estrategias que en la mayoría de las oportunidades constituyen una invitación a integrarse al modelo social planteado desde el marco dominante, sin considerar las propias opciones , necesidades y propuestas.

Otras fórmulas, por el contrario han asumido la participación y asociatividad no sólo como instrumentos para lograr ciertos fines de la política social (expresado en un programa o proyecto determinado), sino que como recurso que puede mediar un cambio social más sustantivo y sostenible.

Empoderamiento: Constituyendo a actores sociales

Existe en una proporción importante de agentes de desarrollo, la tendencia a considerarse particularmente experto para optar por decisiones que no tienen en cuenta la particular visión de las personas que conforman un grupo o comunidad. Trabajar para la comunidad o en la comunidad no conlleva la misma riqueza que trabajar con la comunidad (S., Barriga, 1996). Esto no sustrae al hecho que el profesional por sus campos de dominios, experiencias y contactos no deba ser un sujeto propositivo, mostrando opciones diversas, cuestión bastante distinta a decidir por las otras personas.

Recientemente, J. Rappaport (1981,1987) ha propuesto, en el contexto de la actuación en Psicología Comunitaria, el concepto de empowerment (literalmente, dotación de poder). En una perspectiva ecológica alude a una calidad fundamental de interacción de las personas con su entorno relacional y físico (A., Sánchez, 1996).

Etimológicamente este concepto alude a: permitir, capacitar, autorizar o dar poder sobre algo o alguien o para hacer algo. Conceptualmente, se refiere al proceso o mecanismo a través del cual personas, organizaciones o comunidades adquieren control o dominio sobre asuntos o temas de interés que le son propios (A., Sánchez). Los ejes centrales del concepto, serían entonces, la potenciación y fortalecimiento con la finalidad de sentirse y ser competentes en los ámbitos de interés para la propia vida.

Rappaport en 1987, refiere que el empowerment (o empoderamiento) posee dos dimensiones o componentes complementarios para el caso del desarrollo comunitario. Una se centra en la autodeterminación personal, que sería la capacidad de determinar la propia vida (sentido de competencia personal). La otra, se centra en la determinación social y refiere la posibilidad de participación democrática (sentido de competencia comunitaria).

Como podemos apreciar, este es un concepto psicosocial con implicancias políticas: hablamos de poder, de transferencia de poder. Queremos resaltar aquí que un objetivo de vital importancia en la superación de la pobreza es la ruptura de los mecanismos psicosociales que la reproducen ( que por cierto tienen su base en estructuras sociales objetivas). La ubicación de las personas que viven en condiciones de pobreza les impide muchas veces, tener control psicológico, material o político en cuestiones incluso cotidianas, más aún su escasa o nula incidencia en la toma de decisiones que se relacionan con políticas que eventualmente pueden mejorar sus condiciones de vida.

Este concepto muy pronto traspasó los límites de la Psicología Comunitaria, comenzándose a emplear en diversos ámbitos, especialmente en agencias internacionales de desarrollo, refiriéndola como un componente fundamental en las estrategias de erradicación de la pobreza (Banco Mundial, 2001; CEPAL, 2001).

Para Berger y Neuhaus (citado en A. Sánchez, 1996), se requieren de ciertas condiciones político sociales para dotar de poder a las personas.

Entre estas condiciones se cuentan:
Asumir que la potenciación se daría intermediada por la participación activa en estructuras sociales intermedias (organizaciones comunitarias de diversa índole). Por ello debe protegerlas, apoyarlas y fomentarlas.

Ya que las estructuras intermedias proveen de importantes efectos psicosociales y culturales tales como: sentido de identidad, fomento de la autovaloración, fortalecimiento de la asociatividad, confianza, desarrollo de habilidades sociales, entre otros

La política pública a través de sus diversos instrumentos deben proteger, apoyar y fomentar las estructuras intermedias. La política debe realizarse a través de esas estructuras.

Como se puede apreciar, el fortalecimiento de las personas ,según estos autores, se debiera producir a través de la participación en estructuras intermedias generadas "desde abajo", lo que requiere necesariamente del fomento y fortalecimiento del poder local. Implica por así decirlo ampliar políticamente el Estado hacia la Sociedad Civil.

Hay muchos estudios que evidencian el efecto favorable de la sinergia Estado Sociedad Civil. Como lo indica Durston en sus trabajo en Guatemala (1999) , la política pública puede contribuir a la formación y fortalecimiento de capital social, empoderando a sectores sociales excluidos ampliando el impacto de los servicios sociales sobre la base del compromiso de la comunidad y de los agentes de desarrollo.

Liderazgo para el empoderamiento comuntiario

En reiteradas ocasiones se ha criticado la asistencia institucional de profesionales, considerándola una acción más de control social al serviciode algún gobierno de turno o intereses ocultos, las personas de la comunidad serían tratadas como meros objetos, arrebatándoles su competencia, autonomía, convirtiéndolos en víctimas de la Burocracia (J.Conill, 1996).

Rappaport (1981, citado en J. Conill, 1996), señala que se debe pensar en los profesionales no como expertos o como líderes que conocen las respuestas y se las proporcionan a las personas a quienes brindan sus servicios. El agente, como posible líder, tiene que estar involucrado en grupos comunitarios desarrollando acciones de colaboración.

Durston (2001) plantea que existirían una serie de estilos de relación entre el Estado (representado por agentes de desarrollo) y la comunidad.

Estos estilos de relación se despliegan en un continuom cuyos polos son : la relación clientelista- autoritaria, en donde los posibles beneficios conseguidos por las personas están mediatizados por intereses y posibles compromisos político partidistas; este estilo ,por cierto, fomenta el beneficio a corto plazo de unos pocos en desmedro de otros con fuertes sentimientos de arbitrariedad, desconfianza, fomentando en definitiva la pasividad de las organizaciones (se refuerza nuevamente la desesperanza aprendida en aquellos que no son beneficiados y los intereses individualistas en aquellos que si lo son).

El otro polo de la relación se caracterizaría en una interacción sinérgica de tipo democrático entre estado y comunidad. Esta relación sinérgica en donde cada una de las partes pone lo mejor de sí respetando al otro, fomenta el capital social en la medida que favorece la confianza, las relaciones de colaboración y la capacidad para trabajar en torno a objetivos e intereses sentidos.

El estudio y conceptualización del liderazgo posee una larga trayectoria, que ha adoptado diversas perspectivas a lo largo del tiempo. Supreocupación fundamental ha estado centrada en el ámbito de las empresas, asimilando habitualmente este rol al de la dirección. Las aportaciones más recientes hablan del liderazgo como un proceso de influencia social que está mediatizada por el contexto, las organizaciones particulares y las características del líder. Una condición básica de un líder es que la gente confíe en él como alguien que es capaz de motivarlos para que comprendan, acepten y se motiven a alcanzar su visión.

A lo largo de la presentación hemos ido proponiendo que un agente de desarrollo puede transitar de un rol de gestor, evaluador de corte burocrático a un rol de líder capaz de conocer desde la perspectivas de las propias comunidades sus características, intereses , recursos y preocupaciones centrales. Esto sin duda no es posible mientras esta persona no asuma un rol comprometido y respetuoso, empleando su propio poder de experto para mostrar a las organizaciones opciones diversas y fundadas entre las cuales puede eventualmente optar o recrear.

En términos ideales podríamos que proponer que un líder es empoderador cuando:

Tiene la capacidad para potenciar acciones colectivas en pro del bien común (en base a principios objetivos compartidos, confianza y reciprocidad), generando condiciones para el incremento del poder o potenciación de los miembros del grupo (comunidad) mediante una actuación como agente externo dotado de "poder" técnico o burocrático que atiende a las necesidades y ritmos del grupo.

Para ello, el agente de desarrollo debe transitar desde su rol tradicional asignado por la institucionalidad centrado básicamente en una labor de control o supervisión hacia el rol de líder necesariamente validado por la comunidad. Sus principales funciones en este rol serán de acuerdo a nuestra propuesta.

Ayudar a desarrollar en el grupo (comunidad) una visión de futuro, aportando a determinar el rumbo del quehacer de la organización.

Además facilitará que las personas se alinien en la misma dirección (trabajo en torno a objetivos comunes), promoviendo la creación de equipo (si no lo hay) dando coherencia desde su ejemplo y transmitiendo valores (confianza en las capacidades, respeto por la autonomía, solidaridad, etc). Posibilidades potenciales de la organización en función del escenario en el que están ubicados: elementos de contexto.

Generar o ayudar a propiciar contextos emocionales que den energía y confianza, transmitiendo inspiración (optimismos, ideas, ganas de). Escucha inquietudes ayuda a resituarlas para que sean los propios participantes quienes las evalúen. Propicia que las personas encuentren sentido a lo que hacen (reforzar objetivos y sensación de control psicológico).

Ayuda, además a que las personas estén dispuestas al cambio, fomentando la capacidad de reflexión y flexibilidad en relación a nuevos elementos de contexto. No es menos importante también, cuando es necesario, colaborar en que las personas expliciten y resuelvan sus conflictos.

Transfiere además vínculo con otros espacios de relevancia para la organización, especialmente con aquellos que por su posición no tienen acceso.

Finalmente, es importante destacar que el posible rol de líder empoderador está mediado por las características y exigencias de la propia agencia a la que representa, las características y disposición de los grupos de la comunidad y a sus propias habilidades. De allí la necesidad que los agentes de desarrollo no sólo sean buenos técnicos o expertos en una materia en particular, deben conocer acerca de los procesos psicosociales, culturales , económicos que viven las personas con las que trabaja, debe además entrenarse en habilidades básicas para la conducción de grupo, metodologías de diagnóstico de corte etnográfico, habilidades para la comunicación interpersonal en contextos de interculturalidad y estrategias de resolución de conflictos como elementos mínimos para un buen ejercicio de su trabajo.

Como lo señala claramente Silverio Barriga (1996), la paradoja máxima frente a la que se ubica el interventor (en nuestro caso un verdadero lider empoderador) radica en que el objetivo último de su acción es que la comunidad pueda prescindir de sus servicios. No es un salvador, sino una persona optimista, apasionada que tiene una acción relevante como promotor de conductas solidarias en personas que pueden transitar a la autonomía. Ello a pesar de las contradicciones injustas que están en el origen de su acción, la exclusión, la pobreza, la falta de oportunidades.

Bibliografía
Bourdieu, P. (1994). Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción.
Editorial Anagrama, Barcelona
Durston, J (1999). Construyendo Capital Social Comunitario. Una
experiencia de empoderamiento comunitario en Guatemala. Naciones
Unidas CEPAL, Santiago de Chile
Durston, J (2001). Capital social parte del problema, parte de la solución.
CEPAL, Chile
Lin, N. (2001). Social Capital. A theory of Social Structure and Action.
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Sánchez, A. (1996). Psicología Comunitaria. Bases conceptuales y
métodos de intervención. Editorial Universidad de Barcelona, Barcelona.
Sánchez, A. Musitu, G. (1996). Intervención Comunitaria : aspectos
científicos, técnicos y valorativos. Editorial Universidad de Barcelona,
Barcelona.
Sánchez, A. (1999). Etica de la Intervención Social. Trabajo social 7,
Paidos, Barcelona