OHUBARDO Inc.
Organización Humanitaria de los Bateyes de
La República Dominicana Inc.

       
       

41 III. Birds of passage are also women. La participación de las mujeres en la migración internacional
5. Los derechos humanos y la vulnerabilidad de las mujeresmigrantes: intenciones y realidades

c. Las otras vulnerabilidades

Además del engaño y la explotación, existen otras situaciones en que la vulnerabilidad de la mujer migrante se hace evidente. Uno de los indicadores más expresivos ha sido habitualmente el bajo nivel educativo; por ejemplo, los datos de los cuadros 13 y 15 muestran que los grupos más numerosos de inmigrantes tienden a estar sobrerrepresentados por mujeres con escolaridad primaria incompleta: en Costa Rica y Venezuela, más de la mitad de las nicaragüenses y colombianas tiene menos de 7 años de estudios. Esta ha sido una imagen muy difundida en esos países, si bien carece de asidero generalizar, según se observa la composición de otros grupos y, además, si se examinan las cifras por sexo, se aprecia que en esos mismos casos los hombres tienen un perfil no muy diferente al de las mujeres.
El estereotipo negativo del inmigrante en varios países -utiliza servicios sociales sin una contribución productiva equivalente, es una amenaza para la identidad nacional, reside de manera irregular y muchas otras figuras- se sustenta en su bajo nivel educativo. Sin embargo, lo fundamental es que la baja escolaridad no es una característica generalizada entre las inmigrantes y de allí nuestra inquietud por no reducir prioridades en el conocimiento de la migración y la elaboración de políticas migratorias exclusivamente al estudio de la vulnerabilidad de las mujeres migrantes, ante el riesgo que significa invocar el bajo perfil de escolaridad como argumento para eludir el protagonismo de las mujeres y perpetuar los supuestos de pasividad y dependencia. En otras palabras, la vulnerabilidad en función de la baja escolaridad no es un argumento suficiente para caracterizar esta problemática.
Por otra parte, los datos del cuadro 14 muestran que en Chile las peruanas registran una escolaridad claramente alta, que no respalda su vulnerabilidad en función de la baja educación. Sin embargo, son cada vez más conocidas las dificultades que ellas enfrentan en su inserción en la sociedad chilena y que se resumen en el estigma negativo que cargan frente a algunos sectores; diversas investigaciones recientes resaltan esa condición (Araujo, Legua y Ossandón, 2000; Stefoni, 2002a y 2002b).
Sin desconocer la importancia de la escolaridad debido a las múltiples falencias asociadas a los bajos perfiles y que favorecen la discriminación, debe reiterarse que esta adquiere dimensiones más profundas cuando se combina con el origen nacional, la pertenencia étnica y, especialmente, cuando se trata de mujeres indocumentadas, refugiadas y desplazadas. Cada combinación definirá el grado de vulnerabilidad de las migrantes. Así, las mujeres y niñas que han debido migrar forzosamente por conflictos sufren consecuencias a veces irreparables en su integridad física y psicológica. Por la inseguridad y el temor a ataques provocados por la guerra, muchas mujeres jefas de hogar se ven obligadas a huir con sus niños después de la muerte de la pareja. Además, la viudez modifica los papeles sociales y económicos de la mujer en el hogar y en la comunidad, así como en la estructura de la familia.
El desplazamiento aumenta la vulnerabilidad de las mujeres y de sus hijos pues ocasiona la desintegración de las formas tradicionales de protección, de apoyo y de enfrentamiento de la adversidad, así como de los medios de supervivencia económica (Lindsey, 2000).
Estas especificidades entre las migrantes tienen pocos registros y se insertan en la problemática del racismo y sus múltiples expresiones dependientes, como xenofobia, discriminación, intolerancia y prejuicios, que se expresan en distintos niveles de la vida social (Rivera, 2001). Es esta confluencia de adversidades la que oscurece la posibilidad de que la migración constituya una opción liberadora para las mujeres.
Si bien es cierto que las fronteras han sido tradicionalmente zonas de encuentro e intensa interacción entre comunidades, no es menos cierto que también son espacios geográficos, socioeconómicos y culturales en los cuales convergen situaciones de vulnerabilidad física, social y de género relacionadas con la ausencia de recursos y con la pérdida de derechos elementales. Como apunta Mora (2002), atravesar una frontera en algunas regiones de América Latina puede constituir un riesgo así como una amenaza de muerte, en especial en situaciones de migración indocumentada, desplazamiento forzado y tráfico de personas. Investigaciones realizadas en la frontera sur de México mostraron que un 70% de las migrantes sufre violencia y que casi dos tercios son víctimas de algún tipo de abuso sexual durante su viaje, desde la coacción sexual a la violación.

Cuadro 13
Cuadro 14
Cuadro 15


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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