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Introducción
Los
países de América Latina y el Caribe enfrentan un
nuevo período abierto a la economía internacional.
A pesar de que la región cuenta con alrededor del 10% de
los migrantes del mundo y una creciente participación de
personas, comunidades y países en la migración internacional,
los antecedentes disponibles sobre el conjunto de patrones migratorios
señalan que uno de sus recursos más abundantes tiene
restricciones para circular: la mano de obra en edad de plena
contribución productiva.
En
la actual globalización, la región es claramente
origen de migración y está exportando capital humano
a destinos diversificados, y lo hace con importantes riesgos para
sus migrantes, con deterioros de su capacidad de innovación
y con síntomas de una nueva dependencia de recursos que
provienen de sus emigrados. Simultáneamente, la migración
cobra cuerpo en las agendas nacionales, y todos los países
de la región destinan esfuerzos a su gobernabilidad compartida.
Más lentamente, pero tal vez de manera irreversible, se
percibe que la "válvula de escape" que pudieran
representar los procesos migratorios se ha traducido en pérdidas
cuantitativas y cualitativas de capital social y humano, y, a
la vez, se reconoce la existencia de ciudadanos en el exterior,
que envían remesas y amplían el concepto de nación.
Se discute con creciente interés sobre el impacto de esos
recursos, cuya proporción en flujos mundiales a la región
es la primera en el mundo y su incidencia macroeconómica
es ostensible.
Esto
llevó a visualizar a las personas migrantes, mostrando
la existencia de redes migratorias que permiten su vinculación
con los países de origen, y les otorga un papel cada vez
más determinante en la vida económica y política
nacional. Las remesas invocan numerosas inquietudes; digamos,
por ahora, que las iniciativas individuales de las y los migrantes
son capaces de superar a la asistencia que los países desarrollados
entregan a los países en desarrollo.
A
esta altura del decenio de 2000 es necesario difundir a toda costa
el aumento de la complejidad de la migración internacional,
por sus dimensiones, visiones y actores, lo que desafía
a los
investigadores y tomadores de decisiones. Nos urge destacar que
las personas migrantes no son ni masas de desheredados ni amenazas
para la seguridad nacional de ningún país. En
apoyo de tal urgencia, un hecho muy sobresaliente ocurrido durante
las últimas décadas en la región es la participación
de las mujeres en la migración internacional. Pensamos
que, más allá de las distinciones según el
sexo de las personas, no se trata de un tema más en la
agenda sobre la migración, aunque es preciso reconocer
queestá muy relegado en la investigación y en el
debate. La participación de las mujeres tiene especificidades
y significados profundos, asociados tanto a las transformaciones
económicas mundiales y a la reestructuración de
los mercados laborales como a la consolidación de redes
sociales y familiares.
Este
hecho acarrea también la potencialidad de abrir más
espacios para las mujeres, al mismo tiempo que amenaza perpetuar
patrones de desigualdad de género. En la región,
la más directa evidencia es la feminización cuantitativa
que se observa en la escala intrarregional y en la emigración
desde la mayoría de países que se dirige al exterior
de la región, un rasgo que muy poco ha sido considerado
en las formulaciones teóricas hegemónicas en el
vasto campo de la migración internacional, cuyo interés,
en
general, se ha orientado preferentemente a estudiar e interpretar
la migración como un proceso en clave masculina, alentado
por racionalidades económicas.
Desde
el discurso de la migración de mujeres, se pone énfasis
en que tanto sus factores determinantes como sus modalidades y
consecuencias no son, necesariamente, simétricos a los
de los
hombres. Las evidencias y el desarrollo de los estudios algunos
de los cuales vienen de mucho tiempo han respaldado esta visión.
Hoy es claro que cada vez más las mujeres toman distancia
de la
migración de acompañamiento o de seguimiento de
sus parejas, supuesto de dependencia implícito y explícito
en la mayoría de formulaciones teóricas sobre migración.
Migran solas y también con arreglo a complejas decisiones
dentro del grupo doméstico; hasta reditúan más
que los hombres al aportar responsablemente con recursos al hogar.
Pero,
al mismo tiempo, las mujeres migrantes están expuestas
a riesgos mayores que los hombres en cuanto a discriminación,
explotación y violencia, ya sea durante sus travesías
o en los lugares de destino. La confluencia del género,
etnia, nacionalidad e indocumentación puede conducir a
las más extremas violaciones de derechos humanos, incluyendo
abusos sexuales, deterioro de la salud reproductiva y amenaza
a la integridad física. Las mujeres que han sido víctimas
de engaño por organizaciones dedicadas a la trata de personas
con fines de explotación se encuentran entre las más
vulnerables. Resulta crucial, entonces, invocar las perspectivas
de género en el estudio de la migración de mujeres,
porque el género recorre estructuralmente las decisiones,
trayectorias y consecuencias de la migración.
Este
documento tiene como propósito examinar la evolución
del mapa migratorio latinoamericano y caribeño hasta comienzos
del decenio de 2000, con especial atención a la participación
de las mujeres y a las expresiones de género que demanda
su interpretación. En el primer capítulo se analizan
algunos hechos estilizados en las tendencias migratorias recientes,
donde destaca la revisión de las posturas a favor del efecto
de la "válvula de escape", la necesidad de abordar
inquietudes pendientes sobre las
remesas (que confluyen en el análisis de sus efectos ultiplicadores
en cada contexto) y las tendencias de la participación
de las mujeres, que sugiere una feminización cuantitativa
de la migración
internacional.
Luego,
en el segundo capítulo, sobre la base del procesamiento
de los microdatos censales correspondientes a la ronda de 2000
disponibles en el banco de datos del Proyecto IMILA Investigación
de la Migración Internacional en Latinoamérica)
del CELADE y con arreglo a información de otras fuentes
se describen los patrones migratorios regionales tradicionales:
a) la inmigración de ultramar,
que registra un agotamiento indeclinable; b) la migración
Intrarregional, que experimentó una moderada intensidad
y mantiene un predominio femenino; y c) la emigración hacia
los Estados Unidos, que concentra tres cuartas partes de los migrantes
de la región y se inscribe dentro del patrón migratorio
sur norte. Se destaca que se agrega un nuevo patrón, también
de carácter extrarregional, con España y Japón
como los más dinámicos destinos y se hace también
referencia a los procesos de retorno en países seleccionados
de la región, que revelan una frecuencia importante y que
acompaña la inmigración reciente.
El
tercer capítulo se dedica a la migración de mujeres
y el género. Se examinan primero las fuentes de información,
sus falencias y potencialidades, fijando límites y abriendo
nuevas interrogantes
sobre un lugar común en la investigación social:
la llamada invisibilidad de las mujeres migrantes. A continuación
se reseña la evolución de los estudios de género
y la migración internacional, para profundizar en los factores
estructurales, sociales e individuales que están detrás
de las decisiones migratorias de las mujeres. Un punto especial
es el análisis de la inserción laboral de las mujeres
en países de destino y la situación de los derechos
humanos y vulnerabilidad de las mujeres migrantes. Se busca destacar
que el combate a la trata de personas apenas se ha iniciado.
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