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11. La migración internacional a comienzos del año 2000

3. Inquietudes sobre las remesas: la necesidad de una visión crítica

A nivel mediático y en muchos círculos de opinión, las remesas especialmente su magnitud, que en la región supera los 25 mil millones de dólares anuales son percibidas como el beneficio más directo de la migración internacional para los países de origen. Sin duda, esta visión se extiende día a día y subraya que para mantener la continuidad de los flujos de esas divisas deberían fortalecerse las redes que enlazan las comunidades de origen y de destino, reforzando mecanismos de vinculación con los emigrados, y también sugiere intervenir en el mercado e incentivar el uso productivo. Si es considerada aisladamente, tal visión deja abierta la percepción de la improcedencia o inconveniencia de establecer iniciativas de retención de potenciales migrantes. Lo interesante es que, en cualquier caso, la magnitud actual de las remesas revela tanto lo pequeño de las cuotas de asistencia que los países desarrollados brindan a los países en desarrollo como que las iniciativas individuales de las y los migrantes las superan, pero no las sustituyen.

Las remesas fueron vistas tempranamente como el test de tornasol de la migración (Ghosh, 1997) y su enorme crecimiento, sus impactos macroeconómicos y la aparición de un mercado muy atractivo hicieron que el asunto se volviera cada vez más intrincado. Aun así, en algunos círculos persiste la visión economicista de que las remesas son un retorno de la exportación de fuerza de trabajo, que, a su vez, ha sido un sustituto parcial de la exportación del trabajo incorporado a los bienes (Sutcliffe, 1998).

Es muy importante destacar que las remesas han visibilizado a las personas migrantes y que, a través de las redes migratorias, son un mecanismo relevante de vinculación de hecho con sus países de origen, pues otorga a los migrantes un papel cada vez más determinante en la vida económica y social nacional. Al considerar este punto, se plantean varios desafíos, que todavía no son asumidos a cabalidad en la región. El más importante es: si los migrantes son actores económicos, ¿por qué no pueden serlo también en la vida política?

El impacto macroeconómico de estos flujos es sobresaliente. En México uno de los principales países receptores de remesas en el mundo , equivalen a cuatro veces sus exportaciones agrícolas, superan a los ingresos del turismo y representan dos tercios de las exportaciones petroleras. En otros países de economías más pequeñas, las remesas alcanzan una gravitación macroeconómica indiscutible y galopante. Miradas así, pueden tener efectos dinamizadores sobre el consumo y multiplicadores sobre el empleo y las economías locales, y esto explica que sean reconocidas como un instrumento de potencial desarrollo en esos niveles, atrayendo la atención de numerosos actores, empresas, organizaciones internacionales y gobiernos, en una región que aglutina cerca de un tercio de los flujos de estas divisas, la primera mayoría en el mundo (CEPAL, 2002; CONAPO, 2002; Orozco, 2003; Tuirán, 2002).

Hay una prolífica investigación sobre las remesas, y la amplitud de temas, resultados y revisión de experiencias introduce sesgos y riesgos. Entre los primeros, por más que existan puntos en común, cabe distinguir la falta de generalización de muchas propuestas, a menudo circunscritas a experiencias nacionales y locales únicas, que derivaron de alianzas estratégicas entre actores estatales y de la sociedad civil, de contextos cambiarios específicos y de coyunturas favorables e irrepetibles. A modo de ejemplo, las especificidades, impactos, modalidades de envío y significado sociopolítico de las remesas parecen ser muy diferentes en Cuba, *5 especialmente si se les compara con las de otros países de la región, como México, cuya situación es fuente de abundante e influyente literatura.

Debe reconocerse también que existen riesgos; por un lado, el de reducir la ecuación de las consecuencias de la migración al impacto de las remesas, y, por otro, a explorar parcialmente la relevancia de las remesas al privilegiar uno u otro tema sin una visión más comprehensiva. Desde la óptica del mercado imperfecto, se discute sobre las mejores formas de competencia para disminuir los costos de transferencia y darle transparencia; desde el lado de quienes las envían, se debate sobre la canalización de las remesas colectivas hacia la inversión comunitaria y el apoyo a la organización de los migrantes (por definición, grupos heterogéneos); desde el lado de los derechos de ciudadanía, se empieza a reconocer que las remesas deben ser la contraparte de la extensión de derechos civiles y políticos a los emigrados; desde el lado de las compensaciones, se admite que las remesas no sustituyen a las pérdidas de capital humano (Castillo, 2003; CEPAL, 2002; CONAPO, 2002; Orozco, 2003).
Existe una creciente teorización sobre la evaluación macroeconómica y microsocial de los impactos de las remesas y se cuenta con acabados diagnósticos en algunos países a nivel de subregiones, áreas urbanas, rurales y localidades menores; ello ha permitido avanzar en el conocimiento de sus potenciales beneficios, de sus efectos encontrados sobre la pobreza y la distribución del ingreso; y además es posible disponer de una plétora de propuestas para programas y políticas destinadas a facilitar su canalización hacia fines productivos (Martínez, 2003a). Sin embargo, nadie que esté familiarizado con el campo de las remesas en la región podrá reconocer que dichos propósitos se están cumpliendo y son más las preguntas pendientes, entre otras, las formas de reducción del costo de transferencias, el monto y modalidades involucradas en los envíos informales, los efectos de dependencia macroeconómica y sobre los hogares receptores, el papel, eficiencia y disciplina de las mujeres vis-à-vis con los hombres como emisoras y receptoras de remesas, o la sostenibilidad de esta fuente de recursos en ausencia de iniciativas de apoyo a las diásporas.

Por ejemplo, el problema de los costos de envío ha sido puesto en el centro de las disquisiciones sobre las remesas, particularmente en América Latina y el Caribe; la región registra mayores costos de transferencia debido a la menor participación de instituciones financieras (Orozco, 2003) y eso ha impedido que lleguen a su destino varios miles de millones de dólares.

Se destaca también la necesidad de la participación de los propios actores, aprovechando las iniciativas destinadas a establecer alianzas estratégicas entre bancos, instituciones financieras y los propios migrantes. Con todo, los resultados de esas concertaciones poco tienen que ver con políticas gubernamentales. En México, por ejemplo, caracterizado por algunas experiencias exitosas (CONAPO, 2002), resalta, no obstante, la ausencia de incentivos al flujo de remesas. En palabras de García Zamora (2000): "Lejos de apoyar a los migrantes con algún tipo de incentivos, se les perjudica hasta en los sistemas de envío de remesas, tanto por la falta de regulaciones al mercado cambiario como por la ausencia de protección legal ante los abusos de las compañías que dominan el negocio..." (p. 13).
Se sabe de contradicciones entre el aumento del consumo y sus eventuales efectos multiplicadores, la mayor propensión al ahorro y el aumento de la dependencia y vulnerabilidad ante una fuente externa de recursos, inestable y sometida a las etapas del ciclo familiar de quienes las envían y reciben. Se conocen también las dificultades para darles un uso productivo y las escasas experiencias exitosas. A nivel macrosocial, es importante destacar que, transcurrida una década de flujos intensos, la evaluación sobre el bienestar de países con fuertes índices de pobreza y desigualdad no es nítida, y así lo hemos demostrado en el análisis de situaciones nacionales, si bien tales impactos son diferentes en escalas comunitarias y hasta regionales (Martínez, 2003a). Algunos autores se preguntan hasta dónde puede llegar la solidaridad de los migrantes con sus familias y comunidades, pues el país de origen se ve recompensado injustamente, "porque se trata de personas que no recibieron la educación que el Estado de origen se había comprometido constitucionalmente a proporcionarles, violando así su derecho a la educación" (Franco, 2003). Tras esta visión está el reconocimiento que los flujos de remesas son soluciones transnacionales a las reducidas oportunidades económicas nacionales y una subyacente predisposición política de los actores (Eckstein, 2003).

Paralelamente, se ha destacado el papel estratégico de las remesas en la economía. Se señala, sin más, que los países de alta emigración que no reconozcan el papel de sus comunidades en el exterior quedarán rezagados en la competitividad internacional (Bhagwati, 2003). Sin embargo, la contribución de las remesas al desarrollo está lejos de verificarse y tampoco debería esperarse mucho más. Suttcliffe (1998) se pregunta: "Normalmente no se aplican al trabajo nacional los mismos criterios que se aplican en la literatura sobre el trabajo en el extranjero. No se pregunta si los sueldos del trabajo nacional se gastan de tal manera que aceleren el desarrollo del país" (p. 143).

Tal vez, como señala Tuirán (2002), lo que queda como premisa para los próximos años es que el impacto de las remesas debe valorarse según su utilización en cada contexto específico, lo que dará luz sobre sus efectos multiplicadores y de sus consecuencias sobre la dinámica migratoria. Puede ser muy diferente el impacto sobre comunidades rurales de México con relación al de localidades urbanas de otros países cuya emigración es más calificada y remite remesas destinadas a la inversión inmobiliaria y
de la construcción. *6 La otra exigencia es la necesidad de abordar la canalización de las remesas colectivas, que sugiere desplazar o compartir la preocupación por los receptores hacia los emisores, ofreciéndoles un genuino protagonismo como actores sociales. En esta misma línea, habrá que escuchar también a los actores desde su propia subjetividad, conduciendo el análisis de la generación y administración de las remesas según género.


* 5 Véase, por ejemplo, las distintas evaluaciones que se hacen a la experiencia cubana reciente sobre las remesas. Eckstein (2003) concluye sugerentemente que "... in the context of a socialist political economy, remittances may serve to erode a society's social
and cultural fabric and plant seeds of economic transformation, quite independently of the reasons people turned to overseas kin for assistance
" (p. 31). Blue (2002) señala que las remesas no reemplazan la actividad económica informal y que esta se mantiene como un factor de contención de la desigualdad.


* 6 La ciudad de Governador Valadares, de Minas Gerais, Brasil, ilustra esta distinción. Como apunta Weber Soares (1995), hasta mediados de los años noventa los dineros de los emigrantes permitieron activar el mercado inmobiliario, generando un gran número
de empleos en una época de estancamiento. Al disminuir las remesas, la ciudad desaceleró su dinamismo en algunos sectores y se vio afectada por una merma en la recaudación de impuestos.

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