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III. Birds of passage are also women. La participación
de las mujeres en la migración internacional
2.
Los estudios de género y la migración internacional:
breve recuento y evolución en la región
a. Birds of passage are also women
"Me vine a espaldas de mi papá porque él
nunca estuvo de acuerdo que una mujer, además como yo,
muy joven, pudiera estar en otro país en el cual no conocía
a nadie. Que migrar era muy riesgoso como mujer él dice"
(Jessica, 24 años, en Herbst, 2003) Los estudios empíricos
que se desarrollaron sobre diversos ejes temáticos tuvieron
la virtud de ofrecer elementos para cuestionar las teorías
clásicas de la migración basadas, especialmente,
en las decisiones racionales de individuos plenamente informados
sobre los mercados laborales. El razonamiento economicista ha
sido muy influyente en la mayoría de esas teorías
que interpretan la migración en "clave de hombre
adulto", con familia o sin ella, que se desplaza a partir
de racionalidades económicas (Jiménez, 1998) (preceptos
que tampoco han sido defendidos en el caso de la migración
masculina). Esto explica que las teorías migratorias no
tuviesen mayormente en cuenta las migraciones femeninas. Variables
como la distancia, las oportunidades intermedias, altos niveles
de educación, puestos de trabajo, ausencia de conflictos,
dejaron poco lugar a la explicación de género (véase
el recuadro 5). Existen, no obstante, importantes contribuciones
teóricas sobre la migración femenina dentro de estas
vertientes, como las formuladas por Thadani y Todaro (1978), centradas
en la migración autónoma de mujeres sin lazos conyugales,
incorporando variables como la movilidad matrimonial, en el marco
de las etapas del ciclo de vida. Posteriormente, estos análisis
se abrieron a la construcción de biografías migratorias
(Ariza, 2000; Jiménez, 1998).
Las numerosas investigaciones llevaron a sugerir que las mujeres
son sujetos de las distintas etapas del proceso migratorio y que
dinamizan los grupos familiares, formando y liderando el establecimiento
de redes migratorias que vinculan los lugares de origen y destino.
A su vez, el cuestionamiento a los enfoques clásicos ha
servido para poner de relieve la especificidad de la migración
sur norte y entender, dentro de ella, que la migración
femenina (feminización cuantitativa) puede interpretarse
como parte de una respuesta a las tendencias de la economía
mundial, con sus ajustes, desregulación y flexibilización.
Esto ha llevado a controvertidas interpretaciones: una consecuencia,
como apunta Saskia Sassen (2000), sería la feminización
de la supervivencia, en la medida que la migración de muchas
mujeres se relacionaría cada vez más con el comercio
sexual global al que se ven obligadas para asegurar la supervivencia
de los hogares en países en desarrollo. A nuestro juicio,
tal visión es muy cuestionable, pues resulta claramente
problemático reducir las consecuencias de esta forma, ya
que -como señala Le Breton (1995)- el concepto "comercio
sexual" muestra problemas de delimitación, sólo
explica determinadas formas y mecanismos de explotación,
implica una posición de víctima y hace parecer a
las mujeres como incapaces de decidir y actuar independientemente,
como meras "mercancías", fortaleciendo
las prácticas sexistas y explotadoras.
En muchos estudios se han descubierto situaciones ambiguas y hasta
contrapuestas para las mujeres. *22 La feminización
de la migración traería la oportunidad de apertura
de nuevos espacios dentro de la familia y la sociedad, flexibilizando
la división sexual del trabajo y transformando los modelos
y roles de género; pero esconde el riesgo de afectar negativamente
los proyectos de vida de las mujeres, de reforzar sus condiciones
de subordinación y las jerarquías asimétricas
de género, de menoscabar su dignidad y atentar contra sus
derechos. Las preguntas que cabe formular son muchas y no son
solo acerca de la magnitud de mujeres involucradas en una y otra
condición. Tal vez no sea tarde para interrogarse sobre
las condiciones en que la migración podrá ser para
las mujeres y los hombres un mecanismo de liberación y
de ascenso social, cualquiera sea el país, la clase social
y la etnia a la quepertenece.
Recuadro
5 |
LAS
TEORÍAS CLÁSICAS DE LA MIGRACIÓN Y LA
PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES
Fuente: Jiménez (1998); Villa (2000).
Algunas de las teorías más influyentes hasta
el decenio de 1970 hicieron escasa referencia a la migración
diferencial por sexos y fueron fuente de inspiración
de muchos estudios, sentaron escuela en varios países.
Recibieron numerosas críticas pero estas no se centraron
en las omisiones o lagunas acerca de las mujeres.
Corresponde destacar los artículos de Ernest Ravenstein
(publicados en 1885 y 1889), quien fue precursor de los modelos
gravitacionales; sus trabajos son muy elaborados y contienen
gran variedad de ejemplos.
Imbuido en la búsqueda de leyes permanentes y universales
sobre los fenómenos sociales, señaló
la existencia de regularidades empíricas en los desplazamientos
migratorios, las que elevó al nivel de leyes, su principal
legado. El arsenal conceptual descriptivo se centra en la
existencia de corrientes y contracorrientes, en la influencia
de la distancia, el desarrollo tecnológico y los principales
destinos, entre otros. Advirtió, sin embargo, que las
mujeres migraban más que los hombres en cortas distancias,
aunque no otorgó suficiente valor a este aspecto, cuando
destacaba que las mujeres son atraídas por las áreas
textiles y no por una ciudad minera.
George Zipf (1946) buscó establecer una relación
matemática que determinara el volumen de intercambios
entre dos poblaciones, a partir del volumen de las poblaciones
de origen y destino y la distancia existente entre ambas.
A pesar de que es consciente de la existencia de factores
que pueden cambiar esta relación, no introduce ninguna
referencia a los patrones migratorios diferenciales por sexo.
De la forma en que concibe su famosa fórmula, trata
indistintamente al movimiento de personas y de mercancías
y, en consecuencia, deja poco lugar para hacer interpretaciones
de género.
Samuel Stouffer (1940) menciona que las oportunidades intermedias
son diferentes para hombres y mujeres, si bien no desarrolla
este aspecto. Estas oportunidades ofrecidas por cada punto
geográfico se consideran proporcionales al número
de personas nacidas fuera del Estado de residencia habitual.
Presentó un ejemplo de migración familiar, a
la que da un tratamiento no conflictivo y este enfoque será
recogido en muchas investigaciones asociadas al predominio
de una imagen eminentemente masculina de la persona que migra.
Su visión queda expresada en el siguiente planteamiento:
"si una persona se moviese desde una región
X a un apartamento o casa en la región Y, previamente
se tendría que haber creado una vacante en la región
Y. La vacante que él ocuparía y otras similares
que no ocupó lasllamaremos oportunidades".
El modelo de Everett Lee (1966) sobre los factores de atracción
y expulsión, obstáculos intervinientes y factores
personales, intenta presentar a la persona que migra de manera
más individualizada que los otros autores, haciendo
referencia a la etapa del ciclo vital en que se migra y el
proceso de la toma de la decisión de migrar. De todas
formas, no trata las diferencias por sexo y parece aludir
a los hombres: "las personas con niveles educativos
altos se mueven porque tienen mejores ofertas en otros lugares".
En cuanto a los modelos neoclásicos, uno de los más
conocidos y cuestionados es el de John Harris y Michael Todaro
(1970). Los autores analizan las migraciones rurales-urbanas
y plantean que los movimientos migratorios son respuestas
a la creación de puestos de trabajo o de incentivos
laborales. Explican que "es probable que más
de una persona del sector rural emigre como consecuencia de
la creación de un solo puesto de trabajo nuevo"
y no tienen en cuenta la existencia de una división
sexual del trabajo y su influencia en la creación de
flujos migratorios diferenciados por sexo. Su falta de explicación
de la selectividad de la migración, al suponer una
racionalidad y disponibilidad de información, y el
supuesto de medición de ingresos
esperados, casi no dejan espacio para distinguir la participación
femenina.
Finalmente, Wilbur Zelinsky (1971) es el único que
en sus trabajos hace referencia explícita al factor
género. En su planteamiento de la transición
de la movilidad, liga la evolución de los movimientos
de las personas a un crecimiento económico que define
como unidireccional. Dentro de su lógica de funcionamiento,
un factor como el rol de género femenino que dificulta
la movilidad no puede existir en una sociedad tan desarrollada
y móvil como la actual. |
La
literatura anglosajona parece privilegiar una visión más
optimista. Boyd y Grieco (2003), por ejemplo, enfatizan los cambios
de estatus que pueden resultar de los procesos migratorios. Si
bien reconocen que el efecto depende del sistema de estratificación
de género de cada sociedad (es decir,
pudiera no haber cambios en la posición relativa dentro
de la familia), hay un potencial impacto: "For some women,
migration may mean an increase in social mobility, economic independence,
and relative autonomy. This is especially true if women's moves
are accompanied by increased participation in the labor market.
New economic and social responsibilities may change the distribution
of power within the family, leading to greater authority and participation
in household decisión making and control over the family's
resources. These also may cause positive shifts in the relationship
between immigrant women and their husbands and children"
(pp. 5-6) (el destacado es nuestro).
Las percepciones que ilustran las combinaciones de factores (y
consecuencias) que alientan la migración de mujeres -y
que se presentan como interrogantes en diversos planos temáticos-
constituyen un elemento distintivo de las actuales preocupaciones
teóricas sobre la migración y el género.
Tales preocupaciones son tributarias de las investigaciones que
comenzaron a proliferar desde mediados de la década de
1970.23 Un trabajo de gran influencia es el estudio de Mirjana
Morokvásic (1984), Birds of
passage are also women, en el cual, junto con realizar una minuciosa
reseña de la producción bibliográfica de
los años que le antecedían, introdujo los cimientos
de una perspectiva de género al considerar a las mujeres
en los flujos migratorios internacionales no solo como acompañantes
sino también como trabajadoras. Adelantándose en
el tiempo, la autora destacó la importancia de factores
no económicos como determinantes de la migración
de mujeres, y decía: "It has become increasingly
clear that migration
of women, and migration in general, cannot be analyzed within
the framework which focuses on young male adults responding to
formal employment opportunities" (p. 899).
Las investigaciones en América Latina y el Caribe se centraron
en la inserción desigual de hombres y mujeres migrantes
en los mercados de trabajo y, a la luz del enfoque histórico-estructural,
el énfasis estuvo en la necesidad de una aproximación
más comprehensiva de las relaciones entre procesos macro-estructurales,
división sexual del trabajo y condicionantes del ciclo
vital de la mujer.
Aunque se reconoció a la unidad doméstica como espacio
de análisis de la migración y consecuentemente la
existencia de estrategias familiares para la asignación
de recursos para el desplazamiento, tanto el carácter estructural
y la sobreevaluación del aspecto económico como
la consideración de los hogares desde el punto de vista
de un espacio de decisiones igualitarias, limitaron el análisis
de los distintos roles y consecuencias de la migración
para hombres y mujeres (Mora, 2002).
Recién en el decenio de 1990 el género comienza
a ser analizado como concepto teórico central y principio
estructurador de los movimientos migratorios (Mora, 2002; Pedraza,
1991). Este cambio de perspectiva se basa en el reconocimiento
de que "las ideologías, jerarquías y relaciones
de género influyen de forma diferenciada en las probabilidades
de migración de hombres y mujeres y en sus resultados migratorios"
(Mora, 2002, p. 9). Además, el género introdujo
la noción de conflicto de intereses en el análisis
de la migración, pues muestra que las decisiones migratorias
en la familia resultan de diferentes poderes de negociación
(Jiménez, 1998). Desde entonces hay estudios que buscan
verificar de qué manera las relaciones de género
influyen en los procesos migratorios internacionales y cuáles
son sus consecuencias para los países y sociedades expulsoras
y receptoras, así como para las familias e individuos.
Se trata de un período de apertura y enriquecimiento de
la perspectiva analítica, que se expresa en la confluencia
de visiones sociológicas y antropológicas, en la
diversificación de las áreas de investigación
(que se abren a la dinámica familiar, a la oposición
entre el espacio público y el privado, a las identidades)
y en el interés por destacar la heterogeneidad de los procesos
migratorios antes que su generalidad (Ariza, 2000). Boyd y Grieco
(2003) y Jiménez (1998) señalan que este enriquecimiento
bien pudiera ayudar a mejorar la interpretación de la migración
masculina.
En América Latina y el Caribe un número creciente
de investigaciones se ha orientado a profundizar en la diferente
construcción social que hombres y mujeres hacen de la migración
y en las distintas causalidades para emigrar. Se descubre cómo,
en determinados contextos, el papel diferencial por sexo que se
asigna a la reproducción hace que el marco familiar sea
más importante para la migración de mujeres; o el
hecho de que las causas de la migración de mujeres estén
cada vez más vinculadas con la ruptura o ausencia de vínculos
con un varón, la poliginia y la soltería, en un
contexto de cambio de roles en la familia (Mora, 2002). Se destaca
entonces que las empresas migratorias de las mujeres sobrepasan
con creces el supuesto de dependencia y que, incluso en aquellos
casos de migración familiar, un gran número de mujeres
termina insertándose en la fuerza de trabajo, como respuesta
a los cambios económicos globales (Bilac, 1995; Chant,
2003; Jiménez, 1998).
Si bien es posible distinguir una notoria evolución en
los estudios de género y migración internacional,
existe consenso en reconocer que están lejos de explicar
la complejidad del objeto de estudio y menos de distinguir cuál
puede ser el papel de la migración en las desigualdades
de género.
Con frecuencia se cuestiona el empirismo con que se emplea el
concepto de género, que termina utilizándose solo
de manera nominal y aleja los intentos de una comprensión
más holística de la migración. Además,
se reconoce el riesgo de que la investigación enfatice
en demasía la experiencia migratoria de las mujeres y preste
menor atención a la de los hombres, amenazando el entendimiento
de las relaciones de género con la migración (Boyd
y Grieco, 2003). Si a esto se suma la falta de evidencias y la
especificidad de las tendencias de la migración según
las regiones, se concluye que aún hay numerosas interrogantes.
"Los análisis sobre migración descansan
en esquemas interpretativos excesivamente economicistas e instrumentales
que dificultan visualizar las interrelaciones entre la migración
y otros procesos relevantes. La nula consideración de los
aspectos subjetivos y simbólicos, por ejemplo, impide por
completo evaluar las interrelaciones entre la dimensión
laboral de la migración y sus determinantes socioculturales"
(Ariza, 2000, p. 43).
Debido al contexto actual de la movilidad internacional de la
población, no es extraño constatar que al interés
por los determinantes y repercusiones de la migración se
agregue la necesidad de emprender más estudios de casos
y se presenten nuevos problemas que vinculan la migración
de mujeres con los derechos humanos, la trata de personas y nuevas
formas de amenazas globales, como el VIH/SIDA (Mora, 2002).
Además, nuestra inquietud radica en que restar prioridad
al estudio de la vulnerabilidad de las mujeres migrantes puede
ser un riesgo para avanzar en el conocimiento de la migración
y en la elaboración de políticas públicas.
Por ejemplo, como destaca Oishi (2002) para el caso de Asia, un
gran número de estudios sobre migración de mujeres
en países en desarrollo tiende a relacionar sus determinantes
a la pobreza, sin dar cuenta de por qué en algunos países
pobres no hay una tendencia a la emigración. Pareciera
que se olvida que la migración en general, y de las mujeres
en particular, exige habitualmente una sustentación en
motivaciones y respuestas, en recursos del hogar y de capital
social y depende, además, de las etapas del ciclo de vida;
ello se inscribe en el marco de las características de
la sociedad en estudio. Todo esto sin negar la importancia de
la pobreza como determinante de la migración femenina en
tanto respuesta estratégica, contexto que algunos autores
asocian estrechamente a los hogares muy pobres donde el rol de
género y la vinculación de las mujeres a la familia
hacen que sean más constantes en el envío de remesas
(Guest, 1993, citado por Jiménez, 1998). Pero es necesaria
una visión que vaya más allá de las explicaciones
relativas a la pobreza, lo que remite al clásico interés
por un análisis multinivel de factores causales de la migración
internacional.
En cuanto a las políticas, no es sorprendente que la preocupación
por las mujeres migrantes tenga lugar en un marco de mucha rigidez.
El diagnóstico que Lim (1998) hizo de las políticas
de migración en general es que con frecuencia no son neutrales
ante hombres y mujeres, lo que finalmente se traduce en una desigualdad
de oportunidades. El estatus que el o la migrante adquiere al
ingresar a un país distinto al de origen determinará
gran parte de sus posibilidades de trabajo, de acceso a servicios
y otros, incidiendo así en el nivel de adaptación
y real inserción que pueda lograr en el país receptor.
Incluso cuando las políticas de migración de los
países son neutrales ante el género, no es seguro
que sus efectos o resultados también lo sean. En otras
palabras, este planteamiento remite a la idea de que la igualdad
no asegura la equidad. Lo que se sugiere ante esta situación
es que las políticas de los países debieran ser
"sensibles" (gender-sensitive) ante la dimensión
de género (Lim, 1998). Sin embargo, debe señalarse
que si bien en América Latina existen normativas regulatorias
sobre el ingreso y permanencia de los extranjeros, no hay consenso
sobre la existencia de políticas explícitas de migración
internacional (Martínez, 2001).
*
22
Como ejemplos para la región, están los estudios
de las mujeres andinas (Araujo, Legua y Ossandón, 2000),
bolivianas (Balán, 1995), peruanas en Chile (Stefoni, 2002a
y 2002b), latinoamericanas en Italia (Bonifazi y Ferruzza, 1996),
dominicanas (Pessar,
1984; Grasmuck y Pessar, 1991), cubanas (Prieto, 1987), y la situación
en la frontera sur de México (Cruz y Rojas, 2000). El trabajode
Ariza (2000) también presenta una detallada revisión
bibliográfica que incluye la migración interna.
*
23 En los Estados Unidos, la producción bibliográfica
fue intensa; en 1984, International Migration Review (IMR) dedicó
un número especial a la mujer y la migración (volumen
18, número 68), señalando que su atención
constituía una necesidad objetiva. La edición del
número estuvo a cargo de Mirjana Morokvásic.
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