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III. Birds of passage are also women. La participación
de las mujeres en la migración internacional
3. Las decisiones de migrar de las mujeres:
factores de carácter estructural, social e individual
a. Un enfoque integrado y centrado en la región
Parece ser que la integración de distintos
niveles de análisis ofrece un marco para el examen de la
migración de mujeres. Sin embargo, en la región
no se conocen estudios de esta naturaleza que, en cambio, son
más frecuentes en Asia. Oishi (2002), sobre la base del
análisis de la situación de los países de
origen y resumiendo un gran número de propuestas, propone
un modelo basado en tres niveles distintos y complementarios:
nivel macro (Estados), nivel intermedio (sociedad) y nivel micro
(individuos).
Considerando el nivel macro, de acuerdo con estudios de la CEPAL
(2002), cabe reconocer que la migración internacional en
América Latina y el Caribe tiene como determinantes básicos
a las desigualdades en los niveles de desarrollo, cuyas especificidades
ejercen influencia sobre las presiones migratorias. En general,
los países tienden a organizarse en subsistemas migratorios,
en los que la confluencia de condiciones laborales, salariales,
oferta de servicios e imágenes de estabilidad confieren
un grado de centralidad a algunas naciones, que concentran la
inmigración desde países vecinos. Sin embargo, el
ordenamiento intrarregional no explica la migración hacia
el exterior de la región. En tal sentido, las asimetrías
en la distribución de los beneficios de la economía
internacional ejercen una influencia decisiva, tanto por las carencias
de capital humano y conocimiento como por los cambios en el papel
del Estado, que definen las insuficiencias estructurales del desarrollo.
La precariedad del empleo y la profundización de las tensiones
sociales generan una sensación generalizada de vulnerabilidad
social, factores que han estimulado una creciente aceptación
de la emigración como alternativa viable de opción
personal, familiar y comunitaria de búsqueda de oportunidades
(CEPAL, 2002). Es posible que las propensiones migratorias hayan
afectado desigualmente a mujeres y a hombres, aunque no existen
estudios que permitan validar el supuesto. Sabemos que las mujeres
son mayoritarias en varios flujos intrarregionales y ostensiblemente
en algunos que se dirigen a países de fuera de la región,
como es el caso de España.
Con relación a los factores intermedios, se identifican
factores institucionales que afectan directamente a las mujeres
y otros factores relacionados con las redes sociales.
La marginalización de las mujeres que no siguen determinados
patrones establecidos en sus sociedades de origen -por ejemplo,
la transgresión de límites comportamentales de género
impuestos por la sociedad, la imposibilidad de divorcio o la no
existencia de oportunidades laborales para las mujeres- generaría
una presión para emigrar y así romper con sociedades
discriminatorias en las que ocupan posición de subordinación,
idea que fue tempranamente planteada por Morokvásic (1984).
El factor intermedio al que se ha recurrido con más frecuencia
para explicar la migración de mujeres es la existencia
y el apoyo de redes transnacionales de migrantes. El concepto
de red migratoria ha servido para sustentar la hipótesis
de la mantención de la migración internacional en
general, pero en el caso de las mujeres juega un papel central.
La activación de los diversos contactos que integran las
redes de relaciones preexistentes -como las relaciones de parentesco,
amistad o vecindad- son procesos característicos entre
las mujeres migrantes. *24 Si bien algunos autores, como
Gregorio (1998), sostienen que pocos estudios han considerado
la importancia que el género tiene en la activación
de estas redes, muchos otros, como Lim y Oishi (1996), plantean
que es probable que las mujeres dependan más que los hombres
de las redes informales. De este planteamiento es posible desprender
dos hipótesis: i) la dimensión de género
tiene una especial relevancia en la creación y en la mantención
de las redes, y ii) el hecho de que las mujeres migren solas no
significa necesariamente que sea fruto de una decisión
y acción autónoma.
Dichas ideas son bien descritas por Pessar y Mahler (2001), quienes,
basándose en sus investigaciones sobre la migración
de mexicanos hacia los Estados Unidos, afirman que el género
es una variable que "organiza" la migración,
determinando varios aspectos sobre cómo se lleva a cabo
y sostiene en el país de acogida. Referido a este mismo
grupo de migrantes, compuesto tradicionalmente de mayoría
masculina, Greenlees y Sáenz (1999) plantean que, aunque
las mujeres mexicanas han tendido a migrar hacia los Estados Unidos
por razones de reunificación familiar comenzaron a desplazarse
crecientemente en busca de oportunidades de empleo, lo que condujo
a favorecer un asentamiento de largo plazo entre los inmigrantes
mexicanos en dicho país. De allí es posible desprender
que, para las mujeres, las redes involucrarían decisiones
migratorias cada vez más distanciadas del mero acompañamiento
y seguimiento de sus parejas.
En lo que respecta al nivel micro, el punto de partida para su
consideración es que los estudios empíricos han
mostrado que en los flujos contemporáneos hay un aumento
en el número de mujeres que migran solas en busca de trabajo
(Gabaccia, 1992; Morokvásic, 1984; Oliveira Assis, 2000).
Son numerosas las evidencias en apoyo de esta observación,
las cuales sugieren que, más que una estrategia autónoma
de surgimiento personal, la decisión de emigrar está
vinculada a una estrategia de sobrevivencia, especialmente por
la condición de maternidad y el contexto familiar.
Como la movilidad en familia continúa siendo un mecanismo
de la migración de mujeres -y esa es la forma en que tradicionalmente
se ha interpretado-, es importante considerar que, ante la tendencia
a entenderla como fruto de una decisión abstractamente
familiar, existen dos unidades de análisis interrelacionadas:
el grupo doméstico y la red migratoria. La utilización
del concepto de grupo doméstico permite tomar en consideración,
entre otros aspectos, su incidencia en la división sexual
del trabajo y en las relaciones de poder al interior del grupo
(Gregorio, 1998). La particularidad de la migración de
las mujeres al interior de una pareja o familia está en
que ellas facilitan o incluso permiten que las decisiones de la
migración del grupo se lleven a cabo. Ellas mantienen regularmente
contactos con sus parientes en las áreas de origen, los
visitan con más frecuencia y sus remesas son también
más regulares, a pesar de que perciben menores ingresos
que los hombres. Además, las mujeres favorecen la inserción
económica de sus parejas, ya que, por un lado, se encargan
de los aspectos domésticos, y por otro, construyen y mantienen
las redes que apoyan esta inserción económica, lo
que remite a la clásica discusión sobre la relevancia
y la valoración del trabajo doméstico, que aunque
sea menos visible, es esencial al momento de facilitar la inserción
económica de los hombres, objetivo de su migración.
Si bien los estudios empíricos y la mayoría de las
interpretaciones destacan que la migración femenina es
rara vez una decisión estrictamente autónoma, que
las decisiones se toman en el seno de los hogares y que obedecen
en gran medida -aunque no únicamente- a racionalidades
económicas, hay quienes señalan que no debe olvidarse
que existen factores culturales que generan la ausencia de consentimiento.
Según Oishi (2002) y Hondagneu-Sotelo (citada por Mora,
2002), las migrantes, especialmente las jóvenes, pueden
desoír los deseos familiares, y las casadas pueden acompañar
a su pareja incluso contra la voluntad de esta (work and love).
No es extraño entonces que en el escudriñado tejido
de motivaciones que impulsan finalmente la decisión individual
de migrar entre las mujeres existan inconsistencias en los resultados
de investigaciones. Mora (2002) destaca que en estudios disponibles
sobre casos en Chile, Costa Rica, República Dominicana,
Guatemala, Haití, México, Perú y Puerto Rico,
un tercio o más de las mujeres interrogadas tienen como
principal motivación buscar o mejorar su trabajo, lo que
representa la mitad del nivel atribuido por los hombres a la misma
causa. Al tratarse de mujeres solteras o con hijos, las decisiones
económicas predominan mientras que entre las casadas prevalece
la decisión familiar vinculada a eventuales beneficios
económicos para el marido. Otras motivaciones que tienen
relación con la educación o la necesidad de escapar
de la vida rural y del control familiar, así como de la
violencia intra-familiar y doméstica, se presentan cada
vez con más frecuencia para migrantes internas e internacionales.
Esos resultados son parecidos a los de otros estudios realizados
en hogares de mujeres emigrantes en Nicaragua, pero con algunos
matices, pues los motivos esgrimidos se concentran fuertemente
en razones económicas, con una proporción similar
a la de los hombres, tratándose fundamentalmente de mujeres
que tienen pareja e hijos y que migraron de manera irregular (Barahona,
2002). Tal parece que estas decisiones obedecen a un contexto
muy particular caracterizado por la alta incidencia de pobreza.
Para una buena parte de esas mujeres significó obtener
por primera vez ingresos por su trabajo, la gran mayoría
en el servicio doméstico en hogares de Costa Rica. Además,
dada la alta proporción de sus ingresos que destinan a
sus grupos familiares en Nicaragua, a pesar de ser inferiores
a los ingresos de los hombres migrantes, existe un compromiso
mayor, lo que refleja una contribución más relevante
para paliar las carencias, y refuerza la idea de que cuando los
hogares de origen son pobres las mujeres se sienten moralmente
más vinculadas que los hombres a la familia (Barahona y
Agurto, 2001; Jiménez, 1998).
Otros estudios hechos en Nicaragua muestran que persistirían
los patrones tradicionales, y ese es el caso de los datos procedentes
de la Encuesta de Demografía y Salud (ENDESA, 1998), cuyos
resultados indican un predominio de la decisión familiar
(54%) entre las razones de la mujer para emigrar (Mora, 2002).
En España, los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas
del gobierno, obtenidos en una encuesta realizada en 1996 entre
mujeres migrantes indocumentadas en ese país, señalan
que su principal razón para migrar es la búsqueda
de trabajo (Izquierdo, 2000). No obstante, para los países
latinoamericanos y caribeños considerados, los datos no
son regulares según el origen de las inmigrantes (cuadro
10).
Las
diferencias se deberían, en parte, a las modalidades de
la migración. En estudios realizados en un grupo heterogéneo
de mujeres centroamericanas que cruzaron la frontera sur de México,
se encontró que casi las tres cuartas partes indicó
razones económicas para emigrar (búsqueda de trabajo),
que en su mayoría eran solteras y sin compañero;
eso sí, se trataba de una mayoría de mujeres con
hijos (www.sinfronteras.org.mx).
¿Serán igualmente las mujeres con hijos tan gravitantes
entre las inmigrantes ya establecidas en países de destino?
Empíricamente, y a modo ilustrativo, los datos censales
de algunos países receptores en América Latina muestran
que la condición de maternidad no parece estar en ningún
caso disociada del estatus de inmigrante y hasta puede ser independiente
de la existencia del cónyuge. * 25 Entre las inmigrantes
en Costa Rica y Venezuela predominan las mujeres que declaran
tener pareja (casadas o unidas) y con hijos. En los cuadros
11 y 12 se aprecia además que en los dos países
las solteras con hijos alcanzan proporciones más elevadas
entre los principales grupos de inmigrantes (nicaragüenses
en Costa Rica y colombianas en Venezuela). Estos antecedentes
permiten señalar que la situación de las mujeres
migrantes pertenecientes a los grupos más numerosos establecidos
en un país está muy asociada a la maternidad, si
bien no se infiere que su desplazamiento se lleve a cabo con sus
hijos. De todos modos, se refuerza la hipótesis de la migración
como estrategia de sobrevivencia.
Estos
antecedentes -si bien no son concluyentes- revelan que el estereotipo
de la mujer que migra como acompañante no se sostiene.
Aunque las mujeres migran solas cada vez más y por razones
económicas, la convergencia de ambas condiciones no autoriza
concluir que se trata necesariamente de una estrategia y decisión
autónoma. Tal vez la condición de maternidad de
la mayoría de las migrantes sea lo que distingue más
claramente el perfil. Ello remite a la importancia del grupo doméstico
y las redes migratorias en el protagonismo de las mujeres. Jiménez
(1998) agrega: "... una mujer que migra sola no tiene
por qué tener un alto nivel de poder de decisión,
ya que puede hacerlo por imposición familiar para, por
ejemplo, diversificar los riesgos de la economía doméstica"
(según el conocido enfoque del mismo nombre) (p. 14.).
*26
*
24
Las redes parecen favorecer más a las mujeres que a los
hombres en la migración internacional, pero hay evidencias
de numerosasintermediaciones según la naturaleza de la
migración, la experiencia migratoria y las barreras socioculturales
a la migración
femenina (véase, por ejemplo, Curran y Rivero-Fuentes,
2003).
* 25 Vulnerabilidad sociodemográfica en el Caribe:
examen de los factores sociales y demográficos que impiden
un desarrollo equitativo con participación ciudadana en
los albores del siglo XXI, Dennis Brown (LC/L.1704-P), N°
de venta: S.02.II.G.18 (US$ 10.00), 2002
* 26 Sin duda, estas situaciones pueden ser diferentes
en otras regiones. En sus estudios en Asia, Oishi (2002) destaca
que las decisionesson cada vez más "propias"
y que hay mujeres en países como Filipinas y Sri Lanka
donde la decisión se toma a pesar de laoposición
de esposos y familiares.
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